Pregunta, calla, oye

“Percibir quiere decir callar. (…) sólo lo que es en sí invisible, es transparente, y solo el que calla oye. (…) oir en forma tan absoluta y total, que este silencio que oye no se vea perturbado ni interrumpido por nada, ni siquiera por una pregunta. (…)

La ciencia no calla: pregunta.

(…) las respuestas así obtenidas se perciban callando, es decir, en la actitud de theoria. Ahora bien, como ya hemos dicho, el silencio no es perfecto en el caso de la ciencia; se ve interrumpido y restringido por la formulación explícita del aspecto especial y particular bajo el cual hay que interrogar al objeto ‘mundo’, que en sí mismo es infinitamente polifacético. Ahora bien, también aquí forma parte de la naturaleza de la pregunta formulada, el hecho de fijar ésta ya la dirección de la respuesta; en otras palabras: desde un principio y explícitamente carecen de ‘interés’ provicinas enteras de la realidad. (…)

Acerca de esta apertura hay que decir todavía que presupone una serenidad e imparcialidad (en cuanto no se identifica con ella) que llegan mucho más hondo al centro de la existencia del hombre, que ese sobrio realismo que suele designarse como ‘objetividad científica’.

(…) Aquí no se adelanta mucho con estrujarse la cabeza, por muy inteligente que sea esa cabeza. Aquí se requiere una apertura, sin la menor tensión, de las más ocultas facultades de respuesta del alma, cosa que no obedece a decisión alguna de la voluntad. (…)

Ese prerrequisito personal del acto filosófico se podría comparar, a manera de prueba, con la magnífica fórmula goethiana, que hemos citado ya más arriba: ‘despojarse totalmente de toda pretensión’.

(…) quien en este caso dijera, por ejemplo, esto que es obvio para la consideración científica: Yo dejo de lado —ahora ya filosofando— expresamente todo lo que no se puede demostrar con toda evidencia ni verificar críticamente; sólo me interesa lo que se puede conocer ‘clara y distintamente’, este tal habría fallado ya en el planteamiento de la pregunta filosófica; habría descartado de antemano la apertura que por definición caracteriza al que filosofa, o sea la apertura con vistas al objecto íntegro, sin recortes, del conocimineto humano, que es la realidad en conjunto, la cual se ha de considerar bajor todos los aspectos posibles. En efecto, ¿cómo sabe él que no puede haber datos sobre la realidad, que en verdad son datos, aunque no se puedan verificar ni captar ‘clara y distintamente’? (…)

Proceder ‘críticamente’ no significa primariamente para el filósofo admitir sólo lo que está absolutemente asegurado, sino poner cuidado en no escamotear nada (preocuparse de que no quede nada fuera de consideración).

(…) ‘La ciencia ha comprobado…’, es algo que se puede decir con toda razón. En cambio, no tiene sentido decir que ‘la filosofía’ ha descubierto o esclarecido esto o aquello. Por mucha filosofía viva que se mezcle en el diálogo e incluso como diálogo de los espíritus, en la filosofía no puede darse teamwork, trabajo en equipo. Nadie que de veras filosofa puede en modo alguno aprovecharse de los ‘resultados’ de la filosofía platónica, a no ser que él mismo, en cuanto tal, piense a la vez por su cuenta los pensamientos de Platón.

(…) En el filosofar —se dice— se pone de hecho la mira en algo completamente distinto de la ampliación de nuestro saber sobre el mundo. ¿Entonces, pues, en qué? Por vía de ensayo, podría darse esta repuesta: en recordar algo ya sabido, pero olvidado, y que sin embargo no debería seguir olvidado.

(…) ¿quién sabe, pues, si al mismo tiempo no vuelve a hacerse patente que ambas cosas, tanto el filosofar como la existencia, poseen la misma forma estructural de esperanza?

(…) De hecho, ‘las exigencias formuladas al que filosofa, son imposibles de satisfacer’; este hondo suspiro de Dilthey está plenamente justificado. Así pues, positivamente no se puede dar satisfacción a tal exigencia. Sin embargo, se la puede respetar de otra forma, a saber, por el camino de la abstención. Esta clase de respeto se ha de exigir absolutamente a la ‘persona que filosofa’ (…).

Lo que se discute es la siguiente afirmación: Si el que filosofa, en cuanto persona, tiene de hecho por verdaderas determinadas informaciones suprarracionales sobre la realidad y la existencia (…) pero luego las deja de lado expresamente en su discusión, entonces, decimos, deja por el momento de filosofar.

(…) la fe, el hecho de creer no implica —pese a toda ‘revelación’—saber y posesión seguros (…)

(…) [preguntar significa] aguardar una respuesta —aun siendo conscientes de la radical incomprensibilidad— y lo que es más, mantenerse uno abierto a ella (…)

(…) [pero éste] ansía una respuesta, efectivamente, pero a la vez no tan incondicionalmente que pueda aceptar que le sea dada por otro. (…) La pureza metódica del filosofar parece tenerse casi por más importante que la respuesta a la pregunta filosófica. Precisamente aquí reside la diferencia decisiva con respecto a la actitud de la gran filosofía occidental. Casi se podría decir que, en este sentido, Platón y Aristóteles no se interesaron lo más mínimo por ‘filosofía’, en todo caso no por una disciplina académica con una delimitación formal impecable, y absolutamente nada por la delimitación misma. En lugar de esto, se interesaron, con una energía interrogativa que absorbía totalmente su atención, por tener ante los ojos y no perder nunca de vista qué pueda ser en definitiva: virtud humana, Eros, la realidad en general. Ninguna otra cosa les preocupaba, sino únicamente obtener una respuesta a esta pregunta, por torpe y fragmentaria que fuese, y mucho menos por el origen de la misma.

El Sócrates platónico, hablando de las últimas verdades que determinan la existencia, no tiene el menor reparo en confersar que no las sabe por sí mismo, sino ‘por haberlas oído’, ex akoes. (…)

Finalmente, quizá no sea tan importante elaborar una fórmula teorética de estructura, en la que luego se asigne al creer, al saber y al filosofar el diferente papel que respectivamente les corresponde. Más importancia tiene la realización vital de esa apertura sin límites ni reservas y sin descartar nada, hacia todo lo que es, apertura que no es una mera actitud o virtud del espíritu, sino más bien su misma esencia, en una palabra, su naturaleza.”

Josef Pieper

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